Chamanes, sueños, muertos y una historia sin contar...
>> miércoles, noviembre 28
"Me interné en los bosques, para saber que era la vida y para luchar contra todo lo que no fuera vida, y así no descubrir a la hora de mi muerte que no he vivido." La Sociedad de los poetas muertos.
Caminaba otra vez contando el número de líneas dibujadas sobre la vereda que quedaban bajo mis zapatos mientras me dirigía lentamente hacia mi casa. Luego la recurrente manía autista de imaginar como hubiera sido el día de hoy si...
No sé como empezar a contar esto, yo estaba sentado en la cama entre estas dos chicas y esa colcha roja parecía encogerse con cada exhalación, ellas habían preparado ese viaje durante semanas; empezaría a contarles historias de chamanes y como me hicieron un hechizo cuando niño. De esta historia no recuerdo exactamente cuando me enteré. Oía una tarde historias de brujos haciendo pactos oscuros; lugares solitarios donde aparecían fantasmas, aquellos hombres en sus caballos en medio de la neblina, acercándose, desapareciendo y dejando en el ambiente el eco del golpe las pisadas de sus animales contra la calle empedrada cuyo sonido poco a poco se hacía más fuerte, hasta que un silencio ensordecedor llenaba todo, y hacía que las pieles frias de quienes estuvieron escuchando no salgan del estupor inicial. También aquellos duendes jugando en los bordes de los ríos, pequeños y verdes, se reían y miraban con una profundidad casi insoportable, todos se preguntaban porque ellos a pesar de que siempre salían de noche nunca se asustaban por los fantasmas. Los rituales siempre nocturnos, los brebajes, las alucinaciones colectivas, los muertos reclamando misas o flores, o un poco de soledad.
Esa tarde me enteré, cuando nací me movieron el corazón, protección poco común para evitar ser víctima de la magia negra, para no recibir algún daño; se supone que mi energía fluctuaba demasiado y que me haría muchas preguntas, todos los ingredientes para ser también un chamán.
...Semáforo en verde, ya deben ir como 1200 líneas, ahora trataré de pisarlas sólo con mi pie izquierdo. En que estaba , ah sí...
No parecían creer que les estaba mintiendo y la colcha roja era cubierta por otra azúl. Historias raras de un chico de Marruecos que decía que lo perseguían espíritus, pero que ya estaba acostumbrado, y lo único que le molestaba era que sólo aparecían cuando empezaba a escribir su novela autobiográfica, pero nunca cuando se sentía solo, había llegado hasta a invocarlos, pero nunca aparecían.
Debe ser extraño, les dije. A mi sólo se me aparecen en sueños, cuando soy consciente de que estoy en un sueño y quiero hacer que cosas aparezcana placer; hay pequeños momentos en que pierdo el control y decido despertar, pero sólo veo oscuridad y no puedo moverme, y me intraquilizo, y pasan los minutos, y sigo sin poder moverme, sólo siento mi corazón contraerse y expandirse en un ejercicio que me llena de miedo, cierro los ojos, intento volver al sueño, pero no llego a ninguna parte. Es en esas ocasiones , cuando me entrego a mi destino y alucino que así será el día que muera, cuando suelen aparecer estos fantasmas, de pronto la oscuridad total se convierte en una sombra que se mueve de un lado para otro, aumentando mi sentimiento de miedo, hasta que vuelven los colores, vuelve una especie de sueño, del que soy consciente pero del que no tengo nigún control. Aparecen y me miran, me hablan. La última vez fue una chica, de veintitantos, se me acercó y le pregunté si estaba muerta, pero no me respondió y me dio un montón de hojas, en ellas se podía leer los nombres de muchas personas, fechas de nacimiento, fechas de muerte, algunas en años posteriores... le pregunté qué quería de mí, y por primera vez empecé a sentir un agradable calor, sus ojos negros se veían muy hermosos, me dijo su nombre, pero me advirtió que no lo recordaría al despertar. Miré la última hoja, me dijo, esa soy yo, por más que intenté no pude leer nada. Puse todo ese fajo de hojas a un costado, le confesé que no sabía qué hacer, y nuevamente mi cuerpo no respondía, se me acercó y me besó, y se volvió a convertir en una sombra. La oscuridad se volvió a hacer intensa; la siguiente imagen que recuerdo es la de mi mismo parado frente a una laguna, quise ver un ave, apareció, quise volar con ella, y estaba atravesando los cielos...decidí despertar, estaba llorando, abrí los ojos, y aún sentía el aroma de esta chica cuyo nombre efectivamente olvidé. Poco a poco mi cuerpo volvía a tomar como prisionera a mi alma.
...Mi casa estaba a 50 metros, ojalá que alguna vez pongan en esa cama esas dos colchas, sabré que es el momento para contar esta historia... Aquí las veredas ya no tienen líneas
FIN DEL POST
No sé como empezar a contar esto, yo estaba sentado en la cama entre estas dos chicas y esa colcha roja parecía encogerse con cada exhalación, ellas habían preparado ese viaje durante semanas; empezaría a contarles historias de chamanes y como me hicieron un hechizo cuando niño. De esta historia no recuerdo exactamente cuando me enteré. Oía una tarde historias de brujos haciendo pactos oscuros; lugares solitarios donde aparecían fantasmas, aquellos hombres en sus caballos en medio de la neblina, acercándose, desapareciendo y dejando en el ambiente el eco del golpe las pisadas de sus animales contra la calle empedrada cuyo sonido poco a poco se hacía más fuerte, hasta que un silencio ensordecedor llenaba todo, y hacía que las pieles frias de quienes estuvieron escuchando no salgan del estupor inicial. También aquellos duendes jugando en los bordes de los ríos, pequeños y verdes, se reían y miraban con una profundidad casi insoportable, todos se preguntaban porque ellos a pesar de que siempre salían de noche nunca se asustaban por los fantasmas. Los rituales siempre nocturnos, los brebajes, las alucinaciones colectivas, los muertos reclamando misas o flores, o un poco de soledad.
Esa tarde me enteré, cuando nací me movieron el corazón, protección poco común para evitar ser víctima de la magia negra, para no recibir algún daño; se supone que mi energía fluctuaba demasiado y que me haría muchas preguntas, todos los ingredientes para ser también un chamán.
...Semáforo en verde, ya deben ir como 1200 líneas, ahora trataré de pisarlas sólo con mi pie izquierdo. En que estaba , ah sí...
No parecían creer que les estaba mintiendo y la colcha roja era cubierta por otra azúl. Historias raras de un chico de Marruecos que decía que lo perseguían espíritus, pero que ya estaba acostumbrado, y lo único que le molestaba era que sólo aparecían cuando empezaba a escribir su novela autobiográfica, pero nunca cuando se sentía solo, había llegado hasta a invocarlos, pero nunca aparecían.
Debe ser extraño, les dije. A mi sólo se me aparecen en sueños, cuando soy consciente de que estoy en un sueño y quiero hacer que cosas aparezcana placer; hay pequeños momentos en que pierdo el control y decido despertar, pero sólo veo oscuridad y no puedo moverme, y me intraquilizo, y pasan los minutos, y sigo sin poder moverme, sólo siento mi corazón contraerse y expandirse en un ejercicio que me llena de miedo, cierro los ojos, intento volver al sueño, pero no llego a ninguna parte. Es en esas ocasiones , cuando me entrego a mi destino y alucino que así será el día que muera, cuando suelen aparecer estos fantasmas, de pronto la oscuridad total se convierte en una sombra que se mueve de un lado para otro, aumentando mi sentimiento de miedo, hasta que vuelven los colores, vuelve una especie de sueño, del que soy consciente pero del que no tengo nigún control. Aparecen y me miran, me hablan. La última vez fue una chica, de veintitantos, se me acercó y le pregunté si estaba muerta, pero no me respondió y me dio un montón de hojas, en ellas se podía leer los nombres de muchas personas, fechas de nacimiento, fechas de muerte, algunas en años posteriores... le pregunté qué quería de mí, y por primera vez empecé a sentir un agradable calor, sus ojos negros se veían muy hermosos, me dijo su nombre, pero me advirtió que no lo recordaría al despertar. Miré la última hoja, me dijo, esa soy yo, por más que intenté no pude leer nada. Puse todo ese fajo de hojas a un costado, le confesé que no sabía qué hacer, y nuevamente mi cuerpo no respondía, se me acercó y me besó, y se volvió a convertir en una sombra. La oscuridad se volvió a hacer intensa; la siguiente imagen que recuerdo es la de mi mismo parado frente a una laguna, quise ver un ave, apareció, quise volar con ella, y estaba atravesando los cielos...decidí despertar, estaba llorando, abrí los ojos, y aún sentía el aroma de esta chica cuyo nombre efectivamente olvidé. Poco a poco mi cuerpo volvía a tomar como prisionera a mi alma.
...Mi casa estaba a 50 metros, ojalá que alguna vez pongan en esa cama esas dos colchas, sabré que es el momento para contar esta historia... Aquí las veredas ya no tienen líneas
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