Hazme el bajo ... historia acerca de la eternidad

>> viernes, octubre 3


Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti. Friedrich Nietzsche
Oye me acaban de ver el alma... Tienes que ayudarme, ella es!.
-Jose, no seas cobarde, ninguna mujer tiene dueño!
-Ya pues, deja de parafrasear diálogos de pelis, es en serio.
-Ya Jose, está bien, está bien, este fin de semana vamos para el depa, estos dias te llamo para confirmarte la hora, pero te advierto que te estás metiendo en un gran lio!

Aún no acababa ese miércoles, y las horas se iban haciendo eternas, llego el fin del día y la cama empezó a trepar por las paredes, se hacía enorme, intentaba en vano conciliar el sueño, quería bajar de la cama y caminar un poco, pero sentí que había rodado kilómetros , y no encontraba la orilla... el tiempo no pasaba.

Luego de una eternidad, la mañana del jueves iba haciendo su entrada triunfal. Miraba el teléfono en aquella esquina, y mientras lo miraba perdía la noción del espacio, tal vez hubiera creido que debía caminar por el techo para poder llegar hasta allí, derecha e izquierda empezaban a carecer de sentido, la mesita sobre la que estaba el teléfono parecía mostrarme la cuarta dimensión envuelta zigzagueante entre las otras tres. El teléfono no sonaba (me maldecía por no tener celular).

Después de un billón de pensamientos y un cansancio descomunal, parecieron semanas, acababa el jueves, y esa combinación lúdica entre mi cama y el teléfono son todo lo que recuerdo que existiera para mi esos días.

Mucho tiempo después... viernes por la tarde... llegó mi confirmación para el domingo a las 5PM. Sólo recuerdo haber escuchado: somos amigos, no te puedo hacer el bajo. Lo escuché sonriente. Tuve suficiente tiempo para pensar en miles de cosas, no te preocupes. Ese mismo amigo años después, a pesar de que como nunca en mi vida le imploré no abandonarme, pues sabía que se venía un golpe fortísimo, pero él pensó que nuevamente necesitaría un empujón, como lo pensó aquella primera vez. Seguimos siendo amigos, muy amigos. Hizo que las palabras se hicieran polvo, un puñado de cenizas en el viento. La distancia emocional entre aquellos dos, que son la misma persona, es eterna, jamás podré llegar a comprenderla, y poco a poco deja de interesarme, es como ver una caja vacía, y eso a veces cansa.

Para no pensar en ello oigo música, como casi siempre que quiero desconectarme, y en aquellos dias, como en muchos que vendrán, a pesar de que, como diría Kurt Cobain: "A veces por muy alto que pongas el volumen de la música sólo puedes oirte a ti mismo", lo caótico y estridente de la música guardan la belleza de la fuerza que te impulsa cuando aparentemente no hay nada, no hay explicaciones, no hay un otro yo sinfónico.




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