Inédito de Kafka

Cuando en la noche parece que uno ha decidido quedarse definitivamente en casa; cuando se ha puesto la bata, se ha sentado después de la cena junto a la mesa iluminada y ha iniciado un trabajo o un juego, luego del cual suele irse a dormir; cuando afuera hay muy mal tiempo de modo que quedarse en casa parece lo más natural; cuando ya hace tanto tiempo que uno está sentado tranquilamente a la mesa que el hecho de salir provocaría el asombro general; cuando, además, la entrada de la casa está a oscuras y el portal con cerrojo; y cuando a pesar de todo uno se levanta con un repentino malestar, se quita la bata, se viste con ropa de calle, explica que tiene que salir y después de una breve despedida sale, cerrando con mayor o menor estrépito el portal, de acuerdo al grado de enfado que uno cree haber dejado tras de sí; cuando uno se encuentra en la calle y constata que sus miembros responden con singular soltura a esa inesperada libertad que se le ha concedido; cuando por causa de esta decisión uno siente reunidas en sí todas las capacidades de decisión; cuando uno comprende con mayor claridad que de costumbre que se tiene más poder que necesidad de provocar y soportar los más raídos cambios, y cuando uno transita así las largas calles; entonces, por esa noche, uno se ha separado por completo de su familia, que se desvanece en lo insustancial, y se ha vuelto una silueta firme y de negros trazos, que se golpea los muslos y que se eleva hasta su verdadera forma y estatura.